Fue cuando mi madre me regaló o mejor dicho quizás me lo apropié: el Bhagavad-gītā. Muy tal vez cierto quizás me lo haya apropiado porque los dibujos que contenía del panteón de los dioses de la antigua India me habían fascinado. Brahma, Vishnu, Krishna.
Nunca lo terminé de leer y randomly lo habría y donde se me antojaba ahí me quedaba leyendo.
Poco después en 1995/96 conocí la literatura y poesía de Walt Whitman y al poeta persa Khalil Gibran. Tenía una febril imaginación, era escritor, escribía poesía desde los 14, conocerlos fue de vital importancia para mi.
Además, nunca lo entenderé del todo pero intuyo claramente los por qués, dadas mis habilidades intrínsecas y mi forma de ser, era un pibe de 19/20 años que tenía una influencia bárbara en las personas. Un evangelista de mis creencias. Hasta que no te convertía a mi religión de adoración por mi, no paraba. Just weird.
Mi literatura era lo único y lo más que me impresionaba a mi. Y mi escritura era como un escape hacia lo más profundo de mis pensamientos. El auténtico yo. The True Myself.
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